Mototurismo: Aventura en África – Revista Moto
Un punto central en mi idea de mototurismo es viajar por lugares que nunca antes he visitado. Esa idea tiene que ver con viajes que me exijan y que sé que eventualmente no podré realizar. Después de todo, aún me siento joven. Ya habrá tiempos en los que mis aventuras sean exclusivamente por Europa o Alaska. Por eso elegí África.
Este viaje, por la diversidad y retos que representa, es ése en el que pensaría si me dijeran que únicamente podría vivir una aventura más en mi vida. Por eso decidí recorrer en moto el sur de África, donde a pie de carretera se te acercan las jirafas y, mientras las tocas, te abrazan con el cuello; donde puedes correr sobre el lomo de una avestruz, y donde contemplas la majestuosidad de los elefantes y los leones.
Así, mi esposa Viviana y yo decidimos emprender una travesía en una motocicleta que nos llevaría por Sudáfrica, Botsuana, Zimbabue, Zambia, Namibia y Angola. Los resultados, sin embargo, no fueron exactamente como se planearon. Aquí te comparto algunos de los puntos interesantes de mi crónica de viaje.
PLANEACIÓN
Cuando comencé a desarrollar la ruta, tenía claro que no podía rodar más de 300 kilómetros al día. En México, esta distancia en autopistas o carretera puede ser el equivalente a tres horas, pero en África, donde puedes encontrarte un río, animales, desiertos o lugares en los que el camino ni siquiera está trazado y donde el off-road puede ser extremo, puede tomar ocho o nueve horas.
Si sales a las 6:00 de la mañana y viajas a ese tiempo, probablemente estarás rodando cuando los depredadores salen a cazar. En este tipo de viajes, sin embargo, es difícil planear una ruta y aún más apegarse a los planes. Del punto A al punto B puedes encontrarte con que el hotel no tiene disponibilidad de habitaciones y el más cercano está a 400 kilómetros de distancia… y viajar 700 kilómetros en un día es imposible. Desde que comienzas a correr el lápiz y a pensar en distancias, te enfrentas a ciertas problemáticas propias de ese continente. Eso es parte de la aventura.
CATARATAS
Mi aventura por África Meridional comenzó en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, rumbo a las Cataratas de Victoria, un lugar que yo quería visitar y que justamente se encuentra en la unión entre Zambia, Zimbabue y Botsuana.
Existen tres cataratas muy importantes en el mundo, ya sea por la cantidad de agua de su cauce, su longitud o su altura: Iguazú, Niágara y Victoria, y para mí era un lugar interesante por ese dato; además, al ser frontera natural entre Zambia, Zimbabue y Botsuana, era un punto obligado en el itinerario. Este salto del río Zambeze tiene 1.7 kilómetros de ancho y 108 metros de alto. Es un espectáculo extraordinario porque el abismo en el que cae el agua es muy estrecho.
EL DELTA
El río Okavango nace en Angola, atraviesa la franja de Caprivi, en Namibia, y finaliza en Botsuana. El delta del Okavango es un caso inusual, ya que el río no desemboca en el mar, sino que se convierte en un abanico aluvial gigantesco que puede verse desde el espacio. El río Okavango desagua en una llanura seca y se convierte en el único lugar donde los animales de la zona pueden beber.
En esa zona parece existir un pacto de no agresión entre los animales: es impresionante ver cómo un león y un ciervo pueden beber sin molestarse, como dejando sus papeles de depredador y presa guardado para cuando se encuentren en la sabana.
El Delta del Okavango era un lugar que me planteé conocer antes de morir: la experiencia superó mis expectativas. En época de sequía, este lugar recibe a cientos de animales migrantes, entre ellos los dos mamíferos de tierra más grandes del mundo, el elefante y el rinoceronte. La vista es abrumadora.
ELEFANTES
Así como en México nos encontramos con señalamientos de cruce de ganado en la carretera, en África te encuentras con un elefante que no se asusta con el sonido de tu moto ni con el de la bocina.
Además, aprendí que son animales que podrían parecer lentos, pero llegan a correr a 40 kilómetros por hora, así que cuando Viviana y yo nos encontramos con uno y ella me pidió que nos detuviéramos para tomarle una foto, me pasaron por la mente un capítulo de vida salvaje que vi en National Geographic, que decía que esos animales son muy territoriales y que, cuando se enojan, agitan las orejas, bajan la cabeza y meten la trompa entre las patas.
Cuando ella encontró el encuadre perfecto, me dijo: “¡Voltea, gordo!”. A nadie nos gusta que nos digan “gordo” y el elefante dio un par de pasos hacia nosotros. ¿Lo habríamos hecho enojar? Era mejor no averiguarlo.
NOVEDAD
En una de los capítulos de la aventura en Botsuana nos dirigimos a un campamento para el que nos habían enviado coordenadas. Cuando estábamos a un par de kilómetros del punto de reunión, nos dimos cuenta de que la tierra estaba demasiado suelta y avanzar con la mínima agilidad sería imposible, así que Viviana decidió bajar de la moto y continuar a pie.
Nos intercalamos tramos en los que yo me adelantaba con la moto y luego ella. De pronto, en el intercomunicador del casco me dijo que había encontrado a un elefante de frente.
Estábamos cerca de la reja del campamento y las personas que cuidaban la entrada nos vieron acercarnos, así que salieron al camino para distraer al animal y darnos la bienvenida.
“¿Vienen en moto? ¡Pensé que era una broma!”, nos dijo la dueña del campamento al recibirnos. Los campamentos para avistamiento de paquidermos están cerca de los cuerpos de agua a donde los animales acuden a beber, por lo que está garantizado que podrás verlos. Cuando nos asomamos al lugar, descubrimos a 40 elefantes juntos y agradecimos que nuestro encuentro haya sido con un que caminaba solo rumbo al abrevadero.
Aunque pensemos que todo el mundo está familiarizado con las motocicletas, en realidad hay lugares en el mundo en los que no las conocen y nuestra BMW se convirtió en la sensación en el campamento.
Para llegar al Delta del Okavango dejamos la moto en el aeropuerto de Male, en Botsuana, y volamos en una avioneta.
LO DESCONOCIDO
Ese contacto con la naturaleza, tan real, me pareció muy interesante, porque, por ejemplo, lo que podrías interpretar al primer vistazo como un perro, en realidad es una hiena.
Por enfrentarte a lo desconocido, porque no encuentras un lugar dónde quedarte, por el idioma, por la naturaleza, día a día te encuentras con una sorpresa y un reto diferente. En algunos lugares de África, si la moto te deja tirado, hay que llamar a un helicóptero.
En el desierto del Kalahari hubo dos días en los que no vimos a un solo ser humano, y en África, por cuestiones de cuidado al medio ambiente, está prohibido llevar tanques de gasolina extra al de la motocicleta. Por eso, nuestro viaje se limitó a no más de 580 kilómetros por día, como en ese tramo, en el que rodamos por el desierto entre arena suelta o en ocasiones húmeda, en la que no puedes subir la velocidad, y menos cuando vas en una moto de 260 kilos, con equipaje y pasajero. Si bien una BMW 1250 GS Adventure puede llevarte a donde quieras y es capaz de enfrentar los terrenos más difíciles, en ciertos tramos es necesario bajar el ritmo.
LA VISA
Después de la visita al Delta del Okavango, en Botsuana, el plan era cruzar por la franja de Caprivi para llegar a Angola, el último país de nuestro viaje. Sin embargo, en el paso fronterizo nos dijeron que necesitábamos visa.
El problema era que el documento debía tramitarse en Johannesburgo, Sudáfrica, que estaba a dos días y medio de distancia. Además, si volvíamos, llegaríamos en viernes y las oficinas probablemente estarían cerradas, lo que nos obligaría a esperar al lunes para realizar el trámite, retomar el viaje el martes y llegar a la frontera de nuevo, probablemente, el jueves. Significaba una semana perdida de viaje y teníamos hoteles pagados. Aunque mostramos las reservaciones y el itinerario, que indicaban que sólo íbamos a estar cuatro días en ese país, nos negaron el paso.
Se trata de una frontera muy peculiar, con una cabañita y un paso restringido de 200 metros antes de entrar al desierto, por lo que me pasó por la mente la idea de saltarnos e irnos sin la visa, pero preferimos perder el dinero de los hoteles y viajamos por Botsuana, Zimbabwe y Zambia para llegar a Angola.
Son cosas que no te pasan en otros viajes y que nos dan lecciones que aplicaremos en nuestras próximas travesías por África.
SEX SHOP
A las afueras de Barrydale, en Sudáfrica, al pie de carretera está la famosa Ronnie’s Sex Shop, cuyo peculiar nombre, según nos contó el propietario, se debe a que en algún punto de la década de 1970 les pidió a unos amigos suyos que cuidaran la tienda, que entonces vendía frutas y verduras, mientras él estaba fuera. Cuando volvió, se encontró con un nuevo letrero de bienvenida en la pared, el cual escribieron como broma, pero que permanece inalterado hasta hoy.
Ronnie convirtió el puesto en un bar que sirve café por la mañana y cócteles por la noche; en honor a su nombre, ha acumulado cientos de sujetadores, ropa interior, camisetas y gorras autografiados sobre la barra como recuerdos que le dejan los viajeros.
NATURALEZA
Este viaje fue una experiencia increíble y vi algunos lugares de extraordinaria belleza, muy diferentes a los que estamos acostumbrados en América. Por supuesto, los animales son muy distintos. Por la noche, en los campamentos, aunque muy bien puestos, no puedes evitar pensar en lo frágiles que somos incluso al escuchar los sonidos que emite la fauna de esa zona.
La gente es muy amable y suele mostrar sus emociones. Los niños, por ejemplo, bailan con alegría en los encuentros con los extranjeros, de quienes esperan dulces a los costados de la carretera. La convivencia siempre estuvo marcada por la alegría y la amabilidad.
La moto se portó al 100 por ciento, espectacularmente bien en carretera y en un off-road muy exigente. La BMW 1250 GS Adventure es, además, la motocicleta que estoy acostumbrado a conducir.
Para este viaje, usamos una moto de renta. Aunque la idea de tomarte las fotografías de tu viaje con tu motocicleta es una idea muy romántica, en realidad es demasiado costosa y poco viable. Si estás aferrado a la idea, es recomendable comprar la moto en el lugar del viaje y revendérsela al concesionario, aunque eso te fuerza a volver al punto de partida.
DE VUELTA
Terminamos en la parte más austral de África, y visitamos Cabo de Buena Esperanza, un lugar donde son constantes los avistamientos de pingüinos. Los babuinos suelen cruzar por la calle y hay que tener cuidado con ellos porque parecen siempre estar de mal humor, algo que es parte del peculiar manejo en esa parte del mundo. Entregamos la motocicleta en Ciudad de Cabo sin un solo percance en su historial después de 15 mil kilómetros y un mes y medio del que considero hasta ahora el mejor viaje de mi vida.
En México, por lo general, cuando hablamos de motociclismo de aventura pensamos en curvas, pero en África el manejo en línea recta parece interminable. Éste es otro tipo de aventura, en la que hay desierto, lodo, ríos, lagos, naturaleza, animales salvajes. Si realmente eres un aventurero y tienes una moto para ello, las curvas pueden ser un punto interesante, pero no el único y en África te queda muy claro.
Si eres un aventurero y quieres vivir experiencias de viaje en moto poco convencionales como ésta, visita readytoexplore.com.mx.
SOBRE EL AUTOR
Javier Navarro es instructor certificado por BMW Motorrad, viajero, motociclista y aventurero, y organiza expediciones en moto por diversas partes del mundo. Ha colaborado con Revista Moto en eventos de relevancia global como el BMW International GS Trophy. Síguelo como @jnl299, en Instagram, y javier.navarro.7374, en Facebook.
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