Crítica de Supremacy: Influence
Que el talento al final consigue abrirse paso por muy complicadas que se tornen las circunstancias es una verdad absoluta, incluso aunque este provenga de países donde no exista una marcada tradición en un estilo o género. Basta llamar un poco la atención, tocar puertas y así conseguir rodearse de un elenco internacional que despierte la admiración de cualquier aficionado. La calidad, en ocasiones, es que salta a la vista, no hace falta ni escuchar nada.
Tal es el caso de Supremacy, prometedora banda compuesta por músicos colombianos y brasileños actualmente radicada en suelo europeo que ya con su anterior álbum ‘Leaders’ consiguió el reconocimiento más allá de sus fronteras. Y eso por no mencionar que en su breve trayectoria han logrado hitos como compartir escenario con Barón Rojo, Scorpions o Cinderella, entre otros, según lo que nos contaban en esta interesante entrevista.
Otra obra de indiscutible valor para los amantes del hard rock melódico nos legan en esta ocasión con una impecable producción de Jacob Hansen, que entra como un tiro desde el inicio con “Passing Through”. La incorporación del vocalista brasileño Gus Monsanto (Adagio) es sin duda una de las principales señas de identidad de ‘Influence’, un título que, como se podrá intuir, hace referencia a todos esos grupos que les ayudaron a crear un sonido propio a lo largo de los años.
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Estas deudas artísticas alcanzan tal vez su máxima expresión con “Mr. Big Shot”, que cuenta con la colaboración del otrora guitarrista de Kiss, Bruce Kulick, ahí es nada. “My Time” afloja el pistón, pero sin perder clase y elegancia, inevitable acordarse de temazos de Skid Row tipo “In A Darkened Room” al escuchar los impresionantes tonos que alcanza Monsanto, muy rollo Sebastian Bach, sobre todo cuando se pone en plan meloso.
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El aire festivo de “Dance for Me” resulta una auténtica delicia, más todavía si lo combinan con ritmos contundentes y macarras deudores del hard rock angelino ochentero. Cierto poso funk te hará pensar del mismo modo en Extreme, así como esos punteos que nada tienen que envidiar a los de Nuno Bettencourt. Y encima lo rematan con un estribillo de esos de dejarse hasta el pulmón.
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Un colosal saxofón nos recibe de primeras en “Dancing with the Devil” y nos regala probablemente uno de los grandes momentos del redondo por esa atmósfera similar a los H.E.A.T. con Erik Grönwall o incluso a la diva Chez Kane. Y “Sirius” recupera el pulso del genuino hard rock melódico en un corte que agradará sin duda a fans de FM, Harem Scarem y otras luminarias del género.
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En un disco de estas características no podría faltar la consabida balada, que llega con “Dream of You”, sin empalagos innecesarios y sin desbordar el tarro de almíbar. Vuelvo a quitarme el sombrero ante la espectacular interpretación de Monsanto. Qué pedazo cantante, rediós. “Sin Paradise” se mueve a medio camino entre una base rítmica con empuje y unos luminosos tonos que no deslucen en el resultado general.
“Indigo Children” pone la guinda sin apartarse de los parámetros hard rockeros que nos han ido mostrando a lo largo del álbum y entonces uno descubre de improvisto que esto ya se ha terminado. Definitivamente, cuando un trabajo se pasa en un santiamén tiene que ser bueno de verdad.
En suma, nos encontramos ante un lanzamiento fundamental para aquellos que gusten del hard rock melódico, de tendencia clásica, pero sin renunciar a una producción contemporánea que evita que el conjunto suene a la noche de los tiempos. Un discazo tremendo que debería llevar a este combo internacional a tocar en pabellones por lo menos.
Eclecticismo en vena. No hay nadie que no dispare el viernes por la noche, ni hay quien esquive los disparos.
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Tomado de https://mariskalrock.com
