Hubo una marca de motos que quiso poner el motor en la rueda delantera. Fueron el gran rival de BMW, pero murieron de éxito
En una época en la que las normas eran más una sugerencia que una regla, un grupo de ingenieros alemanes decidió que lo lógico no era poner el motor detrás de la rueda, sino dentro.
Así que dieron a luz, a propósito, a la Megola, una moto de competición que parecía un invento de Leonardo da Vinci. ¿Lo que más llamaba la atención? Pues que tenía un motor de avión… en la rueda delantera.
Existieron 2.000 unidades, y era capaz de ponerse a 140 km/h
La Megola fue presentada en 1921 en Alemania. Su rareza saltaba a la vista: no tenía motor en el chasis. No tenía caja de cambios. Y no tenía embrague. Lo que sí tenía era un motor rotativo de cinco cilindros montado dentro de la rueda delantera. Sí, dentro.
Cada uno de esos cinco cilindros estaba dispuesto radialmente y giraban alrededor del eje de la rueda, como los motores de los viejos aviones de la Primera Guerra Mundial. El motor completo giraba a 960 vueltas mientras que la rueda lo hacía a unas 600 rpm. La refrigeración por aire era perfecta: el motor no paraba de girar como un ventilador.
¿Cómo se conduce eso? Lo fascinante de la Megola no es solo su diseño, sino cómo se pilotaba semejante armatoste de moto. No tenía ni cambio de marchas ni punto muerto. El motor se arrancaba empujando la moto a mano o haciendo girar la rueda delantera. Y una vez en marcha, ya podías rezar.
Al no tener embrague, detenerte significaba apagar el motor. Para volver a salir, vuelta a empujar. Así que los pilotos de carreras simplemente no se paraban nunca. Ni en parrilla. Daban vueltas al circuito a baja velocidad hasta que se diera la salida.
¿Frenos? Había uno, detrás. Y era de tambor, claro. Un motor girando a 960 vueltas en la rueda delantera no era precisamente amigo de las deceleraciones. Así que la Megola iba más rápido de lo que era capaz de parar. Literalmente.
Competía. Y ganaba. Aunque parezca mentira, no era solo una excentricidad de salón. La Megola participó en carreras, y con bastante éxito. En 1924 ganó el campeonato alemán de velocidad, alcanzando los 140 km/h (que en sus días ya era todo un mérito). Un misil con vibraciones, sin caja de cambios y sin frenos decentes.
Se construyeron unas 2.000 unidades, aunque casi todas eran versiones de calle con una versión más dócil del motor (alrededor de 14 CV). Hoy apenas sobreviven media docena. Se exhiben en museos como el Deutsches Museum de Múnich o el Barber Motorsports Museum de Alabama.
Porque a veces, la historia de la moto también se escribe con motores que giran donde no deberían, sin frenos suficientes y sin miedo a lo imposible. Quizá somos lo que somos ahora en moto por estos inventos que ahora vemos como locos.
Imágenes | Bonhams, Retro Ride Galley
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Tomado de https://www.motorpasionmoto.com/