Moto del día: Ducati 851 F90
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A finales de los 80, si querías entender hacia dónde iban las Superbikes, sólo tenías que mirar el box rojo de Ducati. La 851 F90 es la versión de fábrica con la que la marca de Borgo Panigale saltó del papel de rara avis exótica a dominadora en el recién nacido Mundial de Superbikes, mezclando por primera vez en una Ducati de carreras seria un bicilíndrico desmodrómico de cuatro válvulas, refrigeración líquida e inyección electrónica. De aquellas motos saldría una genealogía demoledora que va de la 851 a la 888, luego a la 916 y, en esencia, a todos los V‑twin campeones de SBK durante más de una década.
Ducati llevaba mucho tiempo retrasando el uso de motores de más de dos válvulas por un motivo muy concreto: financiación. Ducati, allá por finales de los 80 y comienzos de los 90, no era la enorme empresa que es hoy día, era pequeña y con la liquidez justa. Sin embargo, la aparición de Cagiva permitieron que Ducati desarrollara un nuevo propulsor que llevara a la marca el avance técnico y tecnológico que tanto necesitaba en ese momento.
La base fue el proyecto fin de carrera diseñado por Massimo Bordi y Gianluigi Mengoli, con su bicilíndrico en Va 90° de 851 centímetros cúbicos, cuatro válvulas por cilindro, desmodrómico e inyección Weber‑Marelli, pero en versión F90 la cosa se estira hasta 888 centímetros cúbicos en lugar de los 851 de la versión de producción, se sube la compresión, se afina la respiración y se pasa a un rendimiento de 136 CV a 10.500 rpm, con una velocidad máxima declarada de 275 km/h y un peso en seco de solo 140 kg. Sobre el clásico chasis multitubular de acero se montaban suspensiones y frenos de especificación de carreras, con componentes Öhlins y Brembo de primera línea, logrando una moto tan compacta y precisa que muchos pilotos la describían como una 750 japonesa… con mucho más par.
En la pista, la 851 llegó pegando primero: en 1988, Marco Lucchinelli ganó con ella la histórica primera prueba del Mundial de Superbikes en Donington, abriendo la puerta a la era Ducati en la categoría. La F90 cristaliza ese proceso: en 1990, el francés Raymond Roche llevó la 851 oficial al título mundial de pilotos, con ocho victorias y un total de dieciséis podios en veintiséis carreras, mientras Giancarlo Falappa firmaba triunfos tan salvajes como su estilo en el mismo trazado británico. Aquellas 851 F90 no solo ganaban; demostraban que un buen bicilíndrico afinado podía doblegar a las cuatro en línea japonesas en el terreno que más dolía: aceleración a mitad de curva, tracción y frenada tarde con la moto todavía inclinada.
Hoy, una Ducati 851 F90 es pieza de museo y estrella habitual en el recorrido del Ducati Museum, donde se presenta como la Superbikes que oficializa la transición de la marca hacia el dominio en los cuatro tiempos de serie preparados. Más allá de la ficha técnica, lo que la hace especial es esa mezcla de brutalidad y finura: el primer gran “Desmoquattro” ganador a nivel mundial, con el olor a gasolina rica y el sonido bronco del dos cilindros subiendo a más de 10.000 vueltas mientras el chasis multitubular parece dibujar las curvas con tiralíneas.
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