Si pensabas que en España había radares, espera a saber la locura que está pasando en Italia
Si la sensación de ir permanentemente vigilado en carretera ya empieza a ser habitual en España, lo que está ocurriendo en Italia juega directamente en otra liga. Durante años, el país transalpino ha convivido con un número descomunal de radares fijos repartidos por su red viaria. Más de 11.000, según los registros oficiales. El problema es que la mayoría no estaban ni claramente regulados ni correctamente homologados. Y eso ha terminado explotando.
El Gobierno italiano ha decidido poner orden. O al menos intentarlo. A finales de noviembre, el Ministerio de Transporte lanzó lo que ha bautizado como la “Operazione Verità”, una auditoría masiva para aclarar cuántos radares existen realmente, dónde están y, sobre todo, cuáles pueden seguir multando legalmente. La conclusión es tan llamativa como desconcertante: de esos más de 11.000 radares instalados de forma permanente en todo el país, solo unos 3.700 están actualmente activos y autorizados.
La clave está en la verificación. A partir de ahora, únicamente pueden utilizarse cámaras de control de velocidad que estén inscritas en un registro central y hayan superado todos los procesos de validación técnica y administrativa. Todo lo que no figure en ese listado queda automáticamente fuera de juego. Sin matices. Sin excepciones.
El análisis de ese registro central, elaborado a partir de datos oficiales del propio Ministerio y revisado por medios especializados del motor, confirma que cerca de dos tercios de los radares italianos han quedado inoperativos de un día para otro. Algunos por falta de homologación, otros por problemas en su instalación, otros simplemente porque nadie había actualizado su situación legal en años.
Donde no hay demasiadas sorpresas es en el reparto geográfico. El norte de Italia concentra la mayor parte de los radares activos. Lombardía encabeza la lista con algo más de 500 dispositivos operativos, seguida por Véneto, Emilia-Romaña y Piamonte, todas ellas por encima de los 350 radares. Toscana también aparece en la parte alta del ranking, con casi 300.
En el extremo opuesto están las regiones con una presencia casi testimonial. Basilicata y el Valle de Aosta apenas superan la quincena de radares activos, y hay zonas concretas del sur y de las islas donde directamente no queda ninguno en funcionamiento. Provincias enteras como Crotone, Gallura u Ogliastra han pasado a estar, al menos de momento, completamente libres de radares fijos operativos.
Las grandes ciudades, como era de esperar, siguen siendo auténticos nidos de cámaras. Turín lidera el listado urbano con más de 120 radares activos, por delante de Roma, Florencia, Milán y Padua, todas ellas superando holgadamente el centenar. En estos entornos, la densidad de control sigue siendo muy elevada pese al recorte general.
Todo este movimiento llega, además, acompañado de una normativa especialmente dura para los motoristas. En Italia está prohibido el uso de aplicaciones que avisen de la presencia de radares, y llevar el móvil configurado para ese fin puede suponer una sanción importante, incluso aunque el radar en cuestión esté perfectamente señalizado.
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El resultado final es un escenario peculiar: menos radares funcionando, sí, pero un sistema mucho más rígido y centralizado. Italia ha pasado de tener miles de cámaras repartidas sin demasiado control a un modelo en el que solo multan las que cumplen estrictamente la ley. Para el conductor y, especialmente, para el motorista, la sensación es extraña. Hay menos “ojos”, pero los que quedan están ahí para quedarse. Y para recaudar sin margen de discusión.
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Tomado de Todocircuito.com




