Mototurismo: El increíble sureste mexicano
En las rutas de mototurismo hay días en los que debemos recorrer muchos cientos de kilómetros y esto suele suceder al inicio o al final, dependiendo de los tiempos, las fechas y cuánto necesitamos avanzar.
Este día recorreremos aproximadamente 746 kilómetros, según Google Maps. Partiremos de Los Tuxtlas y nos dirigiremos hacia Tabasco, luego a Ciudad del Carmen y, finalmente, llegaremos a Campeche.

En un solo día, pasaremos por tres estados de la República. Ahora que lo pienso, esto parece sencillo, hasta cierto punto rutinario, sin embargo, hubo momentos que requirieron mucha pericia, y uno en particular donde casi terminamos en el suelo. Soy Alex Lara, y te invito a acompañarme en este segundo capítulo de Guzzi Sureste.
Me siento muy descansado; el tiempo en Los Tuxtlas me ha recargado las pilas lo suficiente como para darme cuenta de que, aunque ya llevo unos días de ruta, es a partir de este punto donde estoy más cerca de mi objetivo: iniciar mi recorrido por el Sureste mexicano.

Desmonto mi campamento, acomodo mis cosas en la maleta seca, disfruto de un gran desayuno, me despido de mis nuevos amigos y comienzo a rodar por un camino que no transitaba desde hace tiempo. Ha pasado tanto desde la última vez que estuve por aquí, que siento que estoy recorriéndolo por primera vez.
Un consejo para este tipo de viajes de varios cientos de kilómetros es que, si tienes una ruta extensa, la dividas en trayectos más pequeños. Toma un mapa, traza de un punto a otro y revisa los kilómetros aproximados. Puedes dividir la ruta en tramos de 100 en 100 km, aunque en algunos casos serán 95 km y en otros 120 km.

El punto es fijarse objetivos cortos que se puedan alcanzar en poco tiempo. Para este viaje, tengo marcados seis puntos: Catemaco, Coatzacoalcos, Villahermosa, Ciudad del Carmen y Campeche. El primer tramo es el más cercano y el de menor distancia, mientras que los demás aumentan en kilómetros. Por ahora, olvídate de que tienes que recorrer 746 km y concéntrate en completar esos seis puntos de entre 70 y 262 km, más o menos. Conforme avanzas, esos 746 km se vuelven menos pesados mentalmente. Es de gran ayuda si ya conoces la ruta, pero, si no, esta técnica te evita sentir el cansancio mental. Lo físico es otro tema.

Procura rodar lo más rápido posible. La Moto Guzzi V7 no es una moto diseñada para correr, sino para disfrutarla a un ritmo de 150 km/h. Solo me queda ir a ese paso por mucho tiempo. No puedo ir más rápido, pero sí puedo ser constante. Tengo que cruzar el tramo de Coatzacoalcos, Veracruz, hasta Frontera, Tabasco, lo más rápido posible y con un perfil bajo. Sin darme cuenta, ya son más de las 13:30.
Estoy un poco más allá de la mitad del trayecto, con aproximadamente 446 km recorridos. Al detenerme en una gasolinera en Frontera, Tabasco, recibo una advertencia amistosa: “Por favor, no se detenga ni a comer; pase lo más rápido posible por Frontera y no pare”. Siempre hagan caso de este tipo de avisos y, créanme, no tendrán que preocuparse por nada.

El calor de esta parte de México es increíble; en algunos momentos se siente abrasador, pero húmedo. Llevo varias horas rodando bajo el Sol, y cada vez que puedo, paro a mojar mi buff, lo que ayuda levemente. Sin embargo, mi celular está teniendo problemas. Se comporta de manera extraña y mi música, que se transmite al Cardo, repite las canciones. Pongo mi mano derecha en el Cardo para cambiar la canción, y así sigo hasta que me doy cuenta de que ya he repetido dos vueltas. Necesito parar y ver qué le pasa a mi celular. Mientras pienso en esto, noto que el manillar comienza a moverse de manera extraña; la moto se tambalea de un lado a otro, haciendo un zigzag que, sin duda, me tirará al suelo. Rápidamente, retiro la mano y trato de estabilizar el manillar con todas mis fuerzas.

Me veo ya en el suelo, pensando en cómo me levantaré, en cuánto sufrirá la moto y en si saldré de esto. Son demasiadas cosas las que pasan por la mente en tan poco tiempo. Así como llegó el movimiento, se fue. No frené, solo dejé de acelerar y me aferré al manillar con todas mis fuerzas. El tramo que casi me hace caer es el de Atasta: pequeñas irregularidades del camino causadas por el calor y el tráfico pesado forman surcos y hendiduras. Todo esto, sumado a no llevar una mano al manillar, casi pone fin a mi viaje. En mi primer recorrido con las Moto Guzzi a Mérida, vi algo similar con otro piloto. Ella no tuvo la misma suerte, y su V7 Stone terminó con la cabeza pulida. No puedo permitirme que eso le pase a mi V7, ni hoy ni mañana.
Estos tramos pueden ser cansados y tediosos; son rectas con un paisaje lleno de agua dulce, salada y mucha vegetación, además del calor agobiante de la zona. Afortunadamente, ese susto me despabiló y el manual indica que debo poner más atención al camino.
Pienso en parar a comer en Champotón, o quizás en Ciudad del Carmen. Muchos recuerdos del 2019 regresan a mi mente, cuando rodé por primera vez esta ruta. En ese otoño, venía con un equipo impresionante: ambulancia, camioneta de apoyo y, claro, otros cinco motociclistas. Uno de ellos venía en la camioneta porque había pulido las cabezas de su V7. Hoy estoy solo, con muchas ganas de llegar a Campeche y ver a un amigo. Seguramente en otros viajes me detendré a comer en Champotón.

Hoy he recorrido la ruta de Sol a Sol. Por la mañana estaba en la costa de Los Tuxtlas, y ahora estoy viendo el atardecer a unos escasos 38 km de Campeche. Ya estoy a nada de terminar mi ruta de hoy. Sé que los próximos días serán más relajados y las distancias se acortarán.
A mi llegada me espera un buen amigo, el buen Narro, o Dr. Magadán, como le decimos algunos, haciendo referencia a la lucha mexicana de los 80-90. Vamos a cenar algo y a planear las visitas obligadas del día siguiente.
Quería conocer puntos icónicos de Campeche: sus fuertes, las puertas de entrada. Esta parte de México, como muchas otras, tiene una gran historia y momentos clave que contribuyeron a formar la nación que somos.
Ni hablar de su comida, de lo bien que sabe una cerveza con los 40 grados a la sombra, o de esperar a que caiga la noche para ir por una marquesita y disfrutar del malecón. Estas son las cosas que hacen ver de manera romántica el recorrer tantos kilómetros sin parar para llegar a un destino, disfrutar de la ruta, de la moto y saber que hoy puedes amanecer en un lugar y por la noche estar con personas, costumbres, comidas y climas totalmente diferentes.
Agradezco su tiempo para leer esta segunda parte. No se pierdan las próximas entregas y recuerden: Nos vemos en el camino.
Para ver más sobre estos viajes, visita motorutamexico.org.
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