Las motocicletas y mi historia de vida
Su servidor y amigo, Octavio Alberto Díaz Rafols, entusiasta de las dos ruedas desde pequeño —a pesar de haber crecido en un hogar donde las motocicletas eran casi un tabú—, recuerda cómo su padre solía decir que cada moto debería incluir un ataúd. Supongo que esa aversión tenía su origen en una historia familiar trágica: unos parientes lejanos, los hermanos García Beraza, quienes parecían ejemplo de resiliencia tras múltiples accidentes en moto. Uno de ellos falleció, y el otro, Arturo García Beraza, aún presume que no tiene un solo hueso sano. Entre esos antecedentes y mis propios incidentes en bicicleta —no pasaba un fin de semana sin raspones, cortes o moretones por pedalear más allá de mis límites—, estaba sembrada la semilla de una pasión que, tarde o temprano, brotaría.
Dos anécdotas de aquellos días: la primera, cuando iba en bicicleta al ITESO, en los tiempos en que el Periférico tenía sólo dos carriles. De pronto, dos tráileres venían rebasándose entre sí, ocupando ambos carriles, y no me quedó más opción que lanzarme al breñal a un lado del camino. Por suerte, solo terminé con raspones, algo normal en esos años. La segunda, ya relacionada con las motos, fue cuando de alguna manera conseguí una Honda 150 cc nueva. Llegué a casa por la noche y la dejé en la cochera. A la mañana siguiente, mi padre apareció en la puerta de mi cuarto y me dijo muy seriamente: “Mientras yo viva, no tendrás una moto”. Salí a la cochera… ¡y la moto ya no estaba! Nunca más la volví a ver.

Con el tiempo, hacia 1993, falleció mi padre y no tardé en hacerme de una Vespa 150 cc, de cuatro velocidades al puño izquierdo, con cambio y clutch integrados. Después vino otra Vespa… hasta que un día, el siempre bien recordado Juan Jorge Newton Ocampo (+) me consiguió una Honda SilverWing 600 cc casi nueva. La usaba para pasear con mis hijos por la colonia. Pero siempre tuve esa inquietud por la carretera, ya que desde niño disfrutaba mucho las salidas largas. Jorge, con su generosidad característica, me ofreció acompañarme en mi primera rodada larga. Le debo mucho: fue paciente, comprensivo y solidario con un principiante como yo, mientras él era ya un experto. ¡Inolvidable su altruismo!
A finales de 2015, visité la Honda Powerhouse original, la de verdad, la que solo vendía motos de alta cilindrada. Ahí conocí la NCX 750. Me prestaron la unidad demo en un día lluvioso, pero aun así fue una experiencia muy disfrutable. Al regresar, vi, como en un altar, una imponente VFR1200 XD Crosstourer. Me ofrecieron probarla y, poco después, fui por ella. Apenas tocaba el suelo, pero me lancé rumbo a la caseta del Arenal y regresé temblando y sudoroso. ¡Esa sí que era una moto en toda la extensión de la palabra! Me hicieron una propuesta que no pude rechazar… y desde entonces la tengo. Sólo cuenta con control de tracción y ABS, nada más. Pero esa moto me ha dado un mar de experiencias que atesoro.
Después vinieron otras: Honda CB1000R, Yamaha Stratoliner 1900, Ducati Multistrada 1260, Benelli Keeway Silverblade 250 cc, CF Moto 800 MT Explore. Todas me han regalado grandes momentos y, sobre todo, me han permitido conocer a personas extraordinarias, que se han convertido en un grupo muy especial de amigos y compañeros de ruta. Con su apoyo y enseñanzas he logrado recorrer 185 mil kilómetros con muy pocas incidencias. Tener amigos así, no tiene precio. En resumen, tener la oportunidad de rodar con personas valiosas, buenos motociclistas y mejores amigos, es una experiencia de vida que valoro profundamente. Salir a rodar cada semana es mi terapia, una forma de enfocarme en el camino y dejar atrás las preocupaciones, compartiendo con gente que siempre está ahí, que se preocupa por el compañero y el amigo. ¡Nunca tendré suficientes palabras de agradecimiento para todos ellos!

Tener una moto te abre las puertas a conocer a muchas personas valiosas, no sólo compañeros de rodada, sino también a quienes hacen posible esta pasión: el personal de los concesionarios, tanto en servicio como en ventas. Más que proveedores, se convierten en aliados que apoyan con gestiones, consejos y asistencia técnica que siempre se agradece. Mi total reconocimiento a gerentes de servicio, mecánicos, ejecutivos de ventas profesionales y todo el personal que está detrás de cada rodada segura.

Y no menos importante, el apoyo de medios como REVISTA MOTO, que siempre buscan ser útiles para el motociclista. En lo personal, agradezco el respaldo que han brindado, incluso patrocinando rodadas como aquella a San Luis Potosí, para la presentación de la Honda CB1000R —mi propia moto, facilitada a Honda México para el evento—. Contar con medios como este nos permite estar informados y conectados con la pasión que nos une.
Como dice por ahí Herculano Biker: ¡Sal y cómprate esa maldita moto! ¡Saludos a Don Héctor!
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