Quartararo regresa a la moto con la que se proclamó campeón en busca de soluciones
Ahora más que nunca, Yamaha parece estar completamente perdida. Después de un 2022 para olvidar, en Iwata tenían depositadas todas sus esperanzas en la YZR-M1 2023, un prototipo que, si bien no iba a suponer ninguna revolución, sí que prometía mejoras sustanciales en términos de potencia, velocidad y competitividad.
La llegada de Luca Marmorini, gurú de los motores de carreras y con una vasta experiencia en la Fórmula 1, avivó la esperanza de una fábrica que, no olvidemos, celebró el título mundial de MotoGP hace sólo dos temporadas, gracias en parte a un Fabio Quartararo que supo sacarle hasta el último ápice de competitividad a un prototipo que, por aquel entonces, ya adolecía de una clara falta de velocidad frente a las máquinas europeas.
Yamaha cumplió con su promesa de darle más potencia a la M1 de este año, pero lejos de mejorar el rendimiento de su prototipo, la entrada de más caballería ha acabado afectando a otras áreas de la moto, especialmente aquellas que guardan relación con el paso por curva, sin duda el punto fuerte de la Yamaha.
Para más inri, en Iwata parecen haber descuidado otra área que está resultando clave en MotoGP, y no es otra que la aerodinámica. Mientras que Ducati, KTM y Aprilia siguen dando pasos de gigante en sus respectivos túneles de viento -ayudados también por un ejército de ingenieros llegados de la F1-, Yamaha parece haberse quedado anclada en el pasado en todo lo relacionado con la configuración aerodinámica de la M1.
En el último test de Jerez, Fabio Quartararo y Franco Morbidelli acabaron decepcionados ante la falta de mejoras que llevó Yamaha; más allá de un chasis ligeramente distinto al actual y un sistema de escape experimental, los de Iwata no dieron ese paso adelante que esperaba su dupla oficial, y a menos que llegue algo verdaderamente revolucionario antes del parón estival, parece difícil que Fabio, clasificado ahora mismo en la 9ª plaza de la general con 45 puntos menos que el líder Pecco Bagnaia, tenga alguna posibilidad de meterse en una lucha por el título que parece estar destinada a los pilotos de Ducati, con permiso de Brad Binder y su KTM.
La desesperación que se vive en Yamaha es tal que, lejos de explorar nuevos caminos, Quartararo y su equipo técnico han optado por cambiar de estrategia y volver a lo que mejor conocen, es decir, a la moto con la que el francés ganó el título en 2021. Desde Le Mans, el piloto galo ha decidido arrancar cada fin de semana con los settings base usados hace dos temporadas, y a partir de ahí intenta ajustar su M1 del mejor modo posible para ser medianamente competitivo.
«Llevamos probando miles de cosas desde que empezó el año, cambiando la moto aquí y allá», clamó ‘El Diablo’ tras su último y decepcionante GP de Francia. «Al final hemos decidido volver a la configuración de 2021 para probarla. Hasta el momento, la mejor solución que hemos encontrado es volver a poner la base de hace dos años».
Fabio se ha dado cuenta de que la base de la moto con la que han venido trabajando desde la pretemporada no les permite estar con los mejores, por eso, y a la espera de que lleguen novedades desde Japón, seguirá confiando en el setting de hace dos años: «El único análisis que puedo sacar en claro es que, volviendo a la base de la moto que teníamos hace dos años, me siento mejor encima de la moto. Hemos decidido no tocar nada y arrancar cada fin de semana con esta base».
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A la pregunta de si está contento por lo que está viviendo en Yamaha, Fabio respondió con un rotundo «no» y afirmó que, a día de hoy, «no estamos listos» para disputarle el título de MotoGP al resto de fábricas. «Si para mejorar tenemos que volver a la base de hace dos años, eso quiere decir que no estamos teniendo mejoras ni dando paso hacia delante. No creo que ningún piloto quiera volver a la moto que tenía hace dos años, la mayoría no creo que ni la recuerden ya», lamentó un Quartararo cuya paciencia ya está más que agotada.
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Tomado de Todocircuito.com
