Robó la moto de su colega para cambiar por cinco gramos de cocaína. Le dieron harina y al final ha acabado en prisión
Un ciclomotor robado, cinco gramos de cocaína, un cambiazo con harina y una cadena de despropósitos digna de un guion de película española. Pero no, ha ocurrido de verdad, y sin salir demasiado lejos de casa: en Francia.
Entre el 22 y 23 de mayo, en la localidad de Lannemezan, un hombre con más historial que la ITV de un Vespino decidió que robarle la moto a un amigo era una buena idea. El detalle: el dueño estaba en el hospital. Eso no impidió que el ladrón y su pareja forzaran la entrada del domicilio y se llevaran el ciclomotor con llaves y papeles incluidos.
Acabó en prisión por la harina y por la moto
Pero la cosa no quedó ahí. Lo realmente esperpéntico vino después: el presunto colega intentó cambiar la moto robada por cinco gramos de estupefacientes; de cocaína. Pero el supuesto narco resultó ser más listo (o más malo, si cabe) que él. Le dio harina. Y así, la historia pasó de truculenta a broma absoluta.
Ni corto ni perezoso, el ladrón valoró denunciar el cambiazo. ¿Quién dijo que no hay honor entre delincuentes?
La historia terminó de desinflarse cuando el comprador de segunda ronda se dio cuenta de que la documentación del vehículo no estaba a nombre del vendedor. El trato se fue al traste y, sorprendentemente, el ladrón devolvió la moto al legítimo propietario acompañado por tres tipos que no querían líos.
La cosa no terminó ahí, porque los acontecimientos surrealistas continuaban su buena marcha. Cuando el caso llegó al tribunal de Tarbes (porque sí, acabó llegando a manos de la justicia), el acusado se desmarcó con la clásica: «Yo no fui, fue mi pareja«. Según él, solo pasaba por allí. Fue literalmente lo que dijo. Y no, no es un chiste.
Con 34 antecedentes en su currículum, el acusado ya había probado todos los tipos de castigo del repertorio judicial francés: trabajos comunitarios, días-multa, suspensiones condicionales… Nada surtió efecto. La fiscalía, harta de ver siempre al mismo en el banquillo, pidió prisión firme.
El informe psiquiátrico lo describió como manipulador, antisocial y peligroso. Y aunque su abogado intentó defenderlo alegando trastornos mentales y falta de tratamiento adecuado, la jueza no se lo compró. Once meses de prisión. Al final se quedó sin la harina, y sin la moto.
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