Grizzly: La bestia sónica de Slaughter to Prevail que redefine el deathcore

En un mundo donde el metal extremo a menudo lucha por escapar de las cadenas de la repetición, Slaughter to Prevail emerge de las profundidades con Grizzly, su tercer álbum de estudio, lanzado este 18 de julio de 2025. Este coloso sonoro, rugiendo con una ferocidad que parece arrancada de las entrañas de un oso siberiano, no solo consolida a la banda como una fuerza titánica en el deathcore, sino que también los catapulta hacia un terreno donde la brutalidad y la innovación se entrelazan en una danza macabra. Grizzly es un testimonio de la evolución de una banda que, desde sus orígenes en Ekaterimburgo, Rusia, hasta su actual exilio creativo en Orlando, Florida, ha sabido transformar el dolor, la controversia y la ambición en un arte que resuena como un martillo sobre el yunque del metal moderno.
Slaughter to Prevail no es una banda que haya llegado a este punto sin cicatrices. Desde su debut con Misery Sermon (2017), un disco que destilaba una furia cruda pero aún anclada en los tropos del deathcore, hasta Kostolom (2021), donde comenzaron a coquetear con texturas más expansivas y una narrativa anti-autoritaria, la banda ha recorrido un camino tortuoso. Sus controversias pasadas, como las acusaciones de 2015 por la simbología nazi en los tatuajes de Alex Terrible, los obligaron a enfrentar el escrutinio público y a redefinir su imagen. Sin embargo, lejos de sucumbir, la banda canalizó esas tormentas en su música, y Grizzly es la culminación de esa metamorfosis. Este álbum no solo es un grito de resistencia frente a las críticas, sino una declaración de intenciones: Slaughter to Prevail no está aquí para complacer, sino para devastar y reinventar.
Musicalmente, Grizzly es un leviatán que combina la brutalidad monolítica del deathcore con una paleta sonora que bebe del nu metal, el groove y hasta destellos de teatralidad melódica. Desde los primeros compases, el álbum se siente como un puñetazo en el pecho: los blast beats atronadores y los breakdowns que parecen colapsar bajo su propio peso son el corazón palpitante de la obra. Sin embargo, lo que eleva a Grizzly por encima de sus predecesores es su disposición a romper las reglas del género. La guitarra de Jack Simmons, precisa como un bisturí y pesada como una guillotina, teje riffs que oscilan entre la disonancia caótica y ganchos casi infecciosos, recordando por momentos la intensidad de Slipknot en su era Iowa, pero con una producción más pulida y moderna.
La voz de Alex Terrible es, sin duda, el eje gravitacional del álbum. Sus guturales, que parecen surgir de una caverna primordial, no solo son un despliegue de técnica, sino un vehículo emocional que transmite rabia, desesperación y, en momentos inesperados, vulnerabilidad. A diferencia de Misery Sermon, donde su rango vocal era más unidimensional, o Kostolom, que experimentó con matices más melódicos, Grizzly encuentra a Terrible explorando un espectro más amplio, incluyendo voces limpias que, aunque esporádicas, añaden una capa de humanidad a la ferocidad. Estas incursiones no son meros adornos; son puentes hacia una narrativa más compleja, una que refleja el viaje de la banda desde las estepas rusas hasta el epicentro del metal estadounidense.
Lo que hace que Grizzly sea una obra tan absorbente es su capacidad para equilibrar opuestos. La producción, a cargo de la propia banda, es un ejercicio de precisión quirúrgica, pero nunca cae en la esterilidad. Cada golpe de batería resuena como un terremoto, mientras que los sintetizadores y efectos atmosféricos, usados con moderación, añaden un aura cinematográfica que evoca imágenes de paisajes desolados y batallas internas. Este contraste entre lo visceral y lo etéreo recuerda el trabajo de bandas como Meshuggah o Gojira, que han sabido trascender sus géneros al inyectarles una dimensión casi filosófica.
El álbum también juega con la dualidad cultural de la banda. Slaughter to Prevail, ahora radicada en Florida tras su traslado en 2022 debido a sanciones y su postura contra la guerra en Ucrania, teje en Grizzly una narrativa que entrelaza sus raíces rusas con su adopción del espíritu americano del metal. Esta fusión no es solo lírica, sino sonora: hay momentos en los que los ritmos galopantes y los coros épicos evocan la grandiosidad de la música folclórica eslava, mientras que los breakdowns y los grooves pesados remiten al sonido abrasivo de la escena deathcore de EE. UU. Es como si la banda hubiera destilado su experiencia de desarraigo y reinvención en un sonido que es a la vez universal y profundamente personal.
Sin embargo, Grizzly no está exento de riesgos. Su ambición por expandir los límites del deathcore puede alienar a los puristas del género, aquellos que buscan la crudeza sin filtros de Misery Sermon. Algunos podrían argumentar que los experimentos melódicos y las colaboraciones inesperadas diluyen la pureza de la agresión que definió los primeros trabajos de la banda. Pero este es precisamente el punto: Slaughter to Prevail no está interesado en repetir fórmulas. Grizzly es un álbum que desafía al oyente a cuestionar qué significa el metal extremo en 2025. ¿Es solo un vehículo para la catarsis? ¿O puede ser un lienzo para explorar la identidad, la resistencia y la reinvención?
En este sentido, Grizzly es un éxito rotundo. No es solo un disco; es una declaración de intenciones, un rugido que resuena en los huesos y en la mente. Comparado con Kostolom, que ya mostró a una banda dispuesta a experimentar, Grizzly va un paso más allá al pulir cada detalle sin sacrificar su esencia brutal. Es un álbum que invita a la reflexión sobre el poder del metal para trascender fronteras geográficas y culturales, y sobre el papel de una banda que, a pesar de las controversias, ha sabido convertir la adversidad en arte.
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