Las 5 bandas del death metal más pesadas de los años 90

Si los años 80 fueron la incubadora del death metal, los años 90 fueron su expansión más brutal, técnica y poderosa. Fue la década en que el género se consolidó como una fuerza implacable dentro del metal extremo, evolucionando desde sus raíces crudas hacia formas más sofisticadas y destructivas. La palabra “pesado” en el contexto del death metal no se refiere solo al volumen, sino a la densidad de riffs, la agresividad de las voces, la oscuridad de las letras y la atmósfera aplastante que estas bandas supieron crear. En esta lista presentamos cinco agrupaciones que definieron lo que realmente significa ser pesado en el death metal noventero. No son simplemente populares: son íconos de lo colosal, lo visceral y lo extremo.
Suffocation: los arquitectos de la brutalidad
Suffocation es, sin lugar a dudas, una de las bandas más pesadas e influyentes del death metal de los años 90. Originarios de Nueva York, redefinieron lo que significaba brutalidad con su innovadora mezcla de complejidad técnica, riffs descomunales y vocales imposibles. Su debut Effigy of the Forgotten (1991) es considerado una piedra angular del brutal death metal. En él, Frank Mullen entrega una interpretación vocal deshumanizada y feroz, mientras la guitarra de Terrance Hobbs construye estructuras musicales que parecen colapsar sobre sí mismas.
Lo que hace a Suffocation particularmente pesada no es solo la velocidad, sino la densidad sonora. No hay espacio para respirar entre los pasajes; cada segundo está cargado de violencia rítmica y cambios impredecibles. En los 90, fueron la banda que los músicos extremos escuchaban para entender cómo llevar el death metal al siguiente nivel sin perder cohesión ni impacto. Su influencia en el death metal moderno es incuestionable: del slam al technical death metal, Suffocation dejó huellas en todos los rincones de la brutalidad.
Immolation: oscuridad implacable desde el abismo
Mientras muchas bandas de death metal optaban por la velocidad y el gore explícito, Immolation eligió un camino más infernal, más atmosférico, pero igualmente pesado. Desde Yonkers, Nueva York, esta banda supo construir un sonido que parecía invocar ruinas cósmicas, desesperación existencial y blasfemia sofocante. Su álbum Dawn of Possession (1991) marcó el inicio de una carrera caracterizada por riffs disonantes, tempos irregulares y una producción envolvente.
Lo que hace a Immolation tan pesada es su capacidad de crear terror auditivo. Las guitarras no solo son filosas, son retorcidas. Las composiciones no avanzan, se arrastran como espectros condenados. Ross Dolan, con su voz grave y monstruosa, domina cada tema como un profeta de la ruina. En discos como Here in After (1996) y Failures for Gods (1999), la banda perfeccionó su estilo, convirtiéndose en símbolo de oscuridad sonora y peso espiritual.
Immolation no es solo música extrema. Es una experiencia envolvente donde cada riff parece una piedra que cae sobre el oyente. En los 90, definieron el death metal como un ritual, un descenso lento y cruel hacia lo abyecto.
Cryptopsy: la locura técnica que aplasta
Desde Canadá, Cryptopsy apareció como una anomalía técnica que no sacrificaba agresión. Su segundo álbum None So Vile (1996) es, para muchos, uno de los discos más pesados del death metal jamás grabados. Con riffs que desafían toda lógica estructural, una batería al borde de lo inhumano (gracias al talento de Flo Mounier), y las vocales dementes de Lord Worm, este disco logró combinar frenesí técnico con una intensidad visceral que pocos pudieron replicar.
La pesadez de Cryptopsy viene de su imprevisibilidad. Es música que suena como una explosión permanente, como una caída por un abismo donde cada borde corta más que el anterior. En los 90, la banda rompió los moldes del death metal clásico y construyó una nueva forma de concebir la agresión: sin límites rítmicos, sin reglas de composición, sin tregua emocional.
Lord Worm no cantaba, vomitaba profecías. Las letras estaban cargadas de horror poético, y su entrega vocal era tan intensa que parecía provenir de un cuerpo al borde del colapso. Si el death metal es una fuerza destructiva, Cryptopsy fue su huracán más caótico en los 90.
Incantation: el funeral del universo
Incantation representa el aspecto más sepulcral del death metal. Fundados en Pennsylvania, esta banda abrazó desde sus inicios la atmósfera de putrefacción, muerte lenta y ritualismo profano. Su debut Onward to Golgotha (1992) es una obra maestra del death metal cavernoso, aquel que se aleja del tecnicismo para sumergirse en el sonido de la descomposición.
La producción de Incantation en los 90 era deliberadamente sucia, opaca y tenebrosa. Los riffs suenan como ecos en catacumbas, los blast beats parecen latidos de un corazón demoníaco, y las voces son lamentos lejanos en medio de un sacrificio ritual. Lo que hace a esta banda tan pesada es su capacidad de crear una atmósfera completamente desesperanzadora, donde la música no se escucha, se siente como un peso sobre el alma.
Con álbumes como Diabolical Conquest (1998), Incantation perfeccionó su estilo, volviéndose referentes de ese death metal que evoca lo oculto, lo impío y lo verdaderamente maligno. En los 90, ofrecieron una alternativa al frenesí técnico: el terror lento, viscoso y profundamente impactante.
Morbid angel: pioneros de la furia intelectual
Es imposible hablar del death metal pesado de los años 90 sin mencionar a Morbid Angel. Aunque comenzaron a fines de los 80, fue en los 90 donde su influencia explotó y su sonido alcanzó cotas de peso y complejidad inauditas. Altars of Madness (1989) fue el origen, pero discos como Blessed Are the Sick (1991), Covenant (1993) y Domination (1995) llevaron la fórmula a nuevos territorios de agresión, atmósfera y virtuosismo.
Morbid Angel combinó brutalidad con una filosofía musical inspirada en lo oculto, lo esotérico y lo ancestral. Trey Azagthoth creó riffs que parecían conjurar entidades, y la batería de Pete Sandoval fue literalmente revolucionaria: una tormenta de precisión y energía que reformuló lo que la percusión podía lograr en el metal extremo.
Su pesadez era de múltiples capas. Eran técnicos, sí, pero también místicos. Eran rápidos, pero también envolventes. Eran agresivos, pero también inteligentes. En los 90, Morbid Angel se convirtió en el estándar de lo que el death metal podía ser si se expandía sin perder su alma violenta.
Conclusión: el peso que dejó huella
Los años 90 fueron la era dorada del death metal extremo. En esos años, el género dejó de ser una novedad underground y se convirtió en una forma artística capaz de generar emociones complejas, construir universos propios y retumbar con una potencia demoledora. Las cinco bandas que hemos explorado aquí —Suffocation, Immolation, Cryptopsy, Incantation y Morbid Angel— no solo fueron las más pesadas de la década, sino que definieron lo que el death metal puede hacer cuando se libera de las limitaciones y se entrega al caos con maestría.
Su legado sigue vivo. Hoy, nuevas generaciones de músicos extremos los estudian, los reinterpretan, los homenajean. Porque el peso no es solo una cuestión de volumen: es el impacto emocional, el desafío técnico, la oscuridad conceptual y la experiencia visceral. En los 90, estas bandas ofrecieron todo eso y más.
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