Harley-Davidson no siempre fue sinónimo de motos gordas: un día se atrevió con microcoches,… – Motorpasión
Harley-Davidson siempre se ha asociado a grandes motos custom, chalecos de cuero y rutas por la 66… Incluso tuvo su división deportiva. Pero su historia está llena de capítulos inesperados: desde scooters urbanos hasta barcos, pasando por carritos de golf, microcoches o autocaravanas.
Algunas de estas aventuras tuvieron cierto éxito, otras acabaron como anécdotas curiosas. Pero casi todas cuentan cómo una de las marcas más icónicas de EEUU se reinventó para diversificar su negocio y sobrevivir en épocas de crisis.
De cortar el césped a navegar por los lagos con una Harley
Durante más de un siglo, la marca de Milwaukee no solo fabricó motos, sino también productos que hoy parecen difíciles de imaginar bajo el escudo Bar & Shield. Todo empezó en plena Gran Depresión, cuando el mercado de las motos se hundía.
Entonces Harley encontró un filón inesperado que le permitió mantener activas las líneas de montaje: fabricar motores para los enormes cortacéspedes Overgreen de Worthington, diseñados para campos de golf y grandes parques. El contrato duró cerca de una década y sustituyó a su eterno rival Indian como proveedor.
Unos años más tarde, ya en los 60, la marca decidió probar suerte también en el agua comprando la firma Tomahawk Boat Manufacturing. Sus lanchas no eran malas, pero tenían un problema: no eran “Harley” y montaban motores fueraborda Evinrude convencionales. La aventura naval no convenció y duró apenas tres años, antes de que la compañía volviera a tierra firme.
Del motor de cohete al carrito de golf: los más inesperados


Por increíble que parezca, Harley-Davidson también fabricó motores de cohete. El LR-64, diseñado para drones militares usados como blancos de entrenamiento, se produjo desde mediados de los 60 hasta los 90. Fue un negocio discreto, pero rentable.
Mucho más llamativo fue el éxito de sus carritos de golf, lanzados en 1963 con versiones de tres ruedas y motor de gasolina. Eran tan peculiares que había que apagar el motor para cambiar de marcha, y se conducían con una palanca tipo timón. En los 70 llegaron los eléctricos y de cuatro ruedas, y durante dos décadas Harley vendió miles de unidades, incluso después de pasar a estar bajo el paraguas de AMF.
De esa plataforma nació el Utilicar, un microvehículo de reparto lanzado en 1966 y usado por carteros y otros profesionales como agentes de parquímetros con versiones de gasolina y eléctricas que hoy sería un “crossover” entre carrito de golf y kei car. Tenía cabina cerrada y hasta 340 kg de carga útil.
El scooter que quiso ser Vespa: su primer y último intento


En 1960 Harley-Davidson lanzó el Topper, su primer y único scooter. Con un motor de dos tiempos, arranque por cuerda como un cortacésped y transmisión por correa expuesta, quiso plantar cara a Vespa y Lambretta en plena invasión japonesa. Incluso hubo versiones descafeinadas de 5 CV que podían conducirse sin licencia en algunos estados.
El Topper introdujo detalles curiosos como almacenamiento bajo el asiento o carrocería en acero y fibra, pero sufrió problemas mecánicos de sobrecalentamiento y patinaje de la correa. Harley intentó salvarlo con una revisión en 1961, pero no fue suficiente: dejó de fabricarse en 1965. Hoy sigue siendo una rareza muy buscada por coleccionistas.


Pero quizá la incursión más llamativa en el mundo del motor de cuatro ruedas llegó en 1986, cuando Harley compró Holiday Rambler, uno de los mayores fabricantes de autocaravanas de EEUU. Durante una década convivieron en catálogo las míticas Fat Boy con enormes casas rodantes sobre ruedas. En 1996, con la recuperación del negocio moto, Harley vendió la división.
LiveWire, bicicletas… y perfumes: ¿a qué huele una Harley?
En el siglo XXI, Harley quiso reinventarse con la movilidad eléctrica. Primero con el Project LiveWire, que en 2019 dio lugar a la primera Harley eléctrica de producción. En 2021, la división se escindió como marca propia, aunque bajo control de Milwaukee. Hoy LiveWire sigue viva, pero sus cifras son modestas. La apuesta se diversificó con Stacyc, bicicletas eléctricas infantiles.


Pero nada tan sorprendente como su colaboración con L’Oréal en los 90 para crear fragancias con el lema “El aroma de la libertad”. Con nombres como Cool Spirit o Black Fire, la línea fue un fracaso absoluto. Hoy forma parte del ‘Museo del Fracaso’ en Suecia. Al final, ninguna colonia huele tanto a libertad como la gasolina, el aceite y el cuero de una Harley.
Imágenes | Harley-Davidson
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